LA GUITARRA SONRIENTE DEL JAZZ
Sabía que tenía que escuchar a Wes Montgomery. Cuando hace alrededor de diez años me acerqué por primera vez en forma consciente al jazz, debí buscar un referente. Entre aquel frenesí de saxos nerviosos, trompetas chirriantes y bajos acelerados, sabía que debía existir un "sonido" de guitarra que hablara con voz propia.
Así que me compré un ejemplar - el único que he visto en Montevideo hasta ahora - de "The Incredible Jazz Guitar of Wes Montgomery".
Naturalmente, al principio no entendí nada. Pero seguí escuchando. El riff de bajo caracterítsico de "Four on Six" fue lo primero que captó mi atención... hasta que, tras repetidas escuchas, logré asimilar "ese" sonido de guitarra.
Las octavas, claro. La pulsación del pulgar de Wes sobre esas cuerdas. La Gibson "cantando" con voz su grave ante el empuje de aquel dedo... y poco a poco, fue surgiendo otro elemento, quizás "el elemento" principal de aquella voz.
Sencillamente, la melodía.
Esas cascadas de notas tenían una cualidad melódica que pocas veces he vuelto a encontrar en otros intérpretes. Y además, como descubriría posteriormente, tenían personalidad. Cada fraseo era tan característico de Wes que, a pesar de su aparente sencillez, nadie sería capaz de reproducirlos (no digo que no se puedan "tocar igual", eso es otra cosa.)
Luego pude ver a Wes en acción, a través del video "Legends of Jazz Guitar". La imagen serena de aquel hombre negro, de nariz prominente y bigotito fino, al comando de aquella guitarra verdaderamente increíble, transmitía el simple placer de aquel que sabe que, más que hacer múisca, está dejando fluir su alma a través de los dedos. Dejando que esa alma hable por sí sola a través de la guitarra. "Aquí estoy, esto es lo que tengo para dar", parece decirnos Wes sin palabras. Y la riqueza intangible de su sonido sólo es comparable a la tranquilidad y modestia con que el músico nos invitaba a compartir su talento.
Compartir. Otra palabra clave. Wes era de esos músicos que en vez de exhibir su pirotecnia en las seis cuerdas desde su pedestal privado, invitan amistosamente al oyente a acercarse a escuchar. Uno siente que puede acercarse con confianza, que no va a salir defraudado del encuentro.
Aquí vemos a Wes interpretando "Round Midnight", el clásico de Thelonious Monk: una maravilla.
Wes, aunque no tenía una educación musical "formal", poseía la técnica, el "toque" y el amor por lo que tocaba. Y eso se nota.